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EL PROFETA DE DIOS WILLIAM MARRION BRANHAM

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Relatos - JUAN Y SANTIAGO

 JUAN Y SANTIAGO

Hace algún tiempo aquí en Indiana había dos muchachos que crecieron en una granja. Y ellos eran tan pobres como podían serlo, los muchachos granjeros. Y ellos crecieron juntos. Y un día uno de ellos contrajo matrimonio. Y uno pocos días después de eso, el otro también se casó.

Y uno de ellos se fué a vivir a la ciudad. Y él comenzó a jugar en la bolsa de valores, y se alejó de las enseñanzas de su niñez, y entró a las cosas malas. Y él jugó eso, y se hizo más rico y más rico, hasta que finalmente él se convirtió en un multimillonario. Y se trasladó a Chicago, y consiguió una de las calles grandes y edificó un palacio para sí mismo. El y su esposa frecuentaban los centros nocturnos y bebían cocteles, y se la pasaban fuera toda la noche. Ellos tenían mayordomos y todo lo demás, para proveerles todo lo que ellos deseaban. Y ellos pensaron que realmente estaban viviendo.

¡Pero un hombre que vive de esa manera no tiene paz! No hay paz para un corazón perturbado. No puede estar la paz ahí en un corazón lleno de pecado. Si un hombre anhela beber, y él llama a eso "vida", él piensa que está teniendo un gran tiempo, eso muestra su vaciedad. Tome a un hombre que haga un millón de dólares, y él desea dos. Tome a un hombre que va a una fiesta y bebe un trago esta noche, y él desea otro. Tome a un hombre que vive infiel a su esposa una vez, y él lo vivirá otra vez; o viceversa. Vea, es algo, y él nunca está satisfecho. El podría tener un millón de dólares en sus manos, o diez millones en sus manos; él se acuesta en la noche con un apuro de borrachera en él; dos-plena a la mañana siguiente asustado, con pesadillas, con la mente perturbada. ¿Usted llama paz a eso? Esa no os paz.

Pero un hombre no podría aún tener una almohada para recostar su cabeza, él no podría aún poseer un par de zapatos decentes, o poder tener un alimento decoroso en su casa; pero si Dios reina en su corazón, él va feliz a la cama y despierta feliz. Es una paz perdurable. Es algo que Dios hace.

Este hombre había olvidado esas Enseñanzas. El fué a apostar. Y vino el tiempo de Navidad. Y él pensó en su compañero, así que él le escribió una carta. EL nombre de uno de ellos era Santiago, el hombre rico. Y Juan era el pobre. Y él le escribió una carta, y le dijo: "Juan, deseo que vinieras a verme, a través de los días de fiesta. Me gustaría reunirme contigo, hablar contigo otra vez. No te he visto por muchos años".

Y le contestó y le dijo: "Me gustaría venir, Santiago. Pero no puedo venir, no tengo el dinero para ir ni venir".

Y un cheque llegó en el correo, en unos pocos días, y decía: ":Ven! Quiero que vengas de todas maneras". Así que Juan se preparó, un muchacho de rancho, se puso un buen par de overoles limpios, y su sombrero montañes y su pequeño saco de diferentes colores, y abordó el tren.

Y cuando él llegó ahí ahí estaba un chofer sentado ahí para encontrarlo, con una gran limusina. El no sabía cómo actuar. El se metió en esa limusina, sosteniendo su sombrero en su mano mirando alrededor y fué conducido a un gran palacio en Chicago.

Se bajó y fué a la puerta, y sonó el timbre. Y salió un mayordomo, y le dijo: "Su tarjeta, por favor, señor". Y él no sabía acerca de lo que él le estaba hablando. El le entregó su sombrero. El era él no sabía nada acerca de tarjetas de recepción. El no tenía mucho de lo bueno de este mundo. El le dijo: "Yo quiero su tarjeta".

El le dijo: "Yo no sé acerca de lo que me está usted hablando, señor". Le dijo: "Santiago me envió para que viniera, eso es todo lo que "yo sé".

Así que él regresó y le dijo a su compañero, que todavía no había salido de la cama. El le dijo: "Hay un hombre de apariencia cómica parado en la puerta". Continuó: "El está vestido yo nunca he visto a un hombre vestido como él. Y él dice que Santiago lo envió". Le dijo: "Dile que pase".

Y él se puso de prisa su bata de baño y bajó al pasillo y encontró a su viejo amigo del rancho, y estrechó su mano. Y le dijo: ";Juan, no sabes o qué contento estoy de verte!".

Y el hombre del rancho parado ahí, mirando alrededor del cuarto, le dijo: "Santiago, tú seguramente has tenido abundancia".

El le contestó: "Quiero mostrarte alrededor". El lo llevó a los pisos de arriba, y a afuera al pórtico de sol, y abrió la ventana".
Le preguntó: "¿Dónde está Marta?".
"Oh", le contestó: "Ella aún no ha venido, ella salió anoche".
Le dijo: "Uh, ¿cómo la están pasando todos?"

Le contestó: "Oh, no muy bien. Juan, ¿cómo la están pasando tú y Katie?". "Muy bien". Le contestó. Le dijo: "¿Está ella en casa?".

Le contestó: "Sí, tenemos siete niños". Le dijo: "¿Ustedes no tienen ningún hijo?".

Le contestó: "No, Marta no quiere tener ninguno". Le dijo: "Ella pensó que sería mejor que no tuviera ningún hijo, eso interfiere con la vida social. Tú sabes", recorrió las cortinas, y le dijo: "¡Mira aquí!". Le dijo: "¿Ves ese banco por allá?". "Sí". Le contestó.

Le dijo: "Soy el presidente de aquel banco". Le dijo: "¿Ves aquella compañia de ferrocarriles?". "Sí". Le dijo: "Tengo un millón de dólares en valor en acciones en eso",

Y él miró hacia abajo de ahí, y vió los grandes jardines y todo lo demás, ¡cuán hermoso se miraba. Y Juan se paró ahí con su sombrero de paja en su mano, mirando alrededor. Y le dijo: "Eso está bien, Santiago. Yo estoy grato de que tú lo tengas". Le dijo: "Yo y Katie no tenemos mucho". Dijo: "Aún vivimos en aquella vieja casa de tablitas de tejamanil allá". Y le dijo: "No tenemos mucho, pero somos tremendamente felices".

En eso las voces de un montón de cantores de villancicos comenzaron a entrar.
Noche de paz, noche santa, Todo es calma, y todo es radiante Ahí está una joven virgen madre y el Niño, Un Infante santo tan tierno y suave.

Santiago se volteó y miró a Juan; y Juan miró a Santiago. Y dijo: "Juan, quiero preguntarte algo. ¿Recuerdas cuando éramos jóvenes, y acostumbrábamos ir a aquella vieja iglesita roja ahí al lado del camino, y escuchábamos a esos coros campiranos cantar esos cantos?".
"Sí". Le contestó. Y le dijo: "¿Tú aún vas ahí?".

"Sí". Le contesto: "Yo todavía pertenezco ahí". Le dijo: "Soy un diácono ahí ahora. ¿Qué acerca de ti, Santiago". Le dijo: "Tú estabas hablando acerca de cuánto tú posees aquí". Y le dijo: "¿Cuánto posees tú de Este camino?".

"Juan, lo siento". Le dijo: "No poseo nada de ese camino". Le dijo: "¿Recuerdas que apenas antes de Navidad un año, no teníamos ni zapatos?". Y le dijo: "Estábamos más interesados en conseguir algunos triquitraques para Navidad. Y salimos a poner algunas cajas de trampa, para atrapar algunos conejos, para preparar unos triquitraques para Navidad. ¿Recuerdas esa mañana a aquel gran conejo de bosque que estaba dentro de la trampa tuya?". Juan dijo: "Sí, lo recuerdo".

"Tú prepararías algunos triquitraques; y fuiste y preparaste algunos, y los dividiste conmigo". El dijo: "Sí".

Le dijo: "Juan, yo dividiré todo lo que tengo contigo. Pero una cosa yo deseo que tú pudieras dividir conmigo". Dijo: "Yo te daría todo lo que poseo, si yo pudiera caminar en aquel caminito polvoso, con los pies descalzos, rumbo a aquella vieja iglesita otra vez, y sentir esa Presencia del Dios vivo, cuando aquel coro estaba cantando, y el predicador campestre moldeado a la antigua estaba predicando". Dijo: "¡Yo daría cualquier cosa! Yo daría todo lo que poseo, cada acción de el ferrocarril y todas las partes de el banco, y esta casa, y todo, si yo pudiera regresar otra vez y tener aquella paz bendita que tenía cuando subía ese viejo camino".

El viejo Juan cogió sus brazos y los puso alrededor de él, y le dijo: "Ahí estaban tres hombres sabios que vinieron y pusieron todo a los pies de Jesús, mientras era un Bebé", y dijo: "ellos recibieron perdón de sus pecados". Le dijo: "Yo pienso que tú eres admirable, Santiago, en lo que tú has sido bendecido que hagas. todas estas cosas. Pero yo preferiría tener mi esposa y siete hijos, y vivir ahí sobre una almohada de paja, sobre la cual durmiera, y tener la paz que está en mi corazón, que tener todas tus riquezas, Santiago, que tú pu-dieras tener".

Y eso es cierto, amigos. Las riquezas no se miden por dólares. Las riquezas no se miden por los grandes nombres y la popularidad. La riqueza es cuando el Reino de Dios ha entrado en el corazón humano, y cambió sus emociones y lo ha hecho una nueva criatura en Cristo Jesús, y le da Vida Eterna. Esa es la cosa más rica sobre la tierra.
Oremos.
LA UNIDAD DE UN DIOS EN UNA IGLESIA 58-1221 (e)
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